LA MADRE

domingo, 31 de diciembre de 2006

Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor, y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados.

Una mujer que siendo joven, tiene la reflexión de una anciana; y en la vejez trabaja con el vigor de la juventud.

Una mujer que, si es ignorante, descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio; y si es instruida, se acomoda a la simplicidad de los niños.

Una mujer que, siendo pobre, se satisface con la felicidad de los que ama; y siendo rica, daría con
gusto su tesoro por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud.

Una mujer que, siendo vigorosa se estremece con el lamento de un niño; y siendo débil se resiste a veces con la bravura del león.

Una mujer, que mientras vive, no sabemos estimar, porque a su lado todos los dolores se olvidan; pero después de muerta daríamos todo lo que tenemos por mirarla de nuevo un solo instante, por recibir de ella un solo abrazo, por escuchar una sola sílaba de sus labios.

De esa mujer no me exijáis el nombre si no queréis que empape con lágrimas vuestro álbum porque ya la vi pasar en mi camino.

Cuando crezcan vuestros hijos leedles esta página; y ellos, cubriendo de besos vuestra frente os dirán que un humilde viajero, en pago del suntuoso hospedaje recibido, ha dejado aquí para vos y para ellos un boceto del retrato de su madre.

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