POR LA DIGNIDAD DEL ÁRBITRO
Y DEL DEPORTE (PARTE II)

jueves, 5 de julio de 2007

28 de febrero de 2007

Hace unas semanas el fútbol mundial miraba (más triste que asombrado, desgraciadamente) hacia Italia. Cientos de personas que quizás se consideran a sí mismas amantes del deporte protagonizaban un capítulo más de la historia negra de lo que no debe asociarse con el deporte.

Ni que decir tiene que este tipo de sucesos son lamentables e inadmisibles, pero creo que es un error echarnos las manos a la cabeza solamente cuando hay víctimas mortales (sin duda, lo más desagradable que podemos encontrarnos, nadie lo niega).

Si queremos un deporte sano, hemos de procurar atacar y atajar los síntomas de sus posibles enfermedades desde el principio. No podemos permanecer callados ante los insultos reiterados a árbitros o jugadores; ante los constantes enfrentamientos (verbales y no verbales) entre las aficiones; ante las declaraciones fuera de tono de los directivos y de los deportistas.

Si callamos ante estas situaciones y las permitimos, debemos ser conscientes de que eso acabará siendo el germen de desgracias mayores. Es como decirle a alguien que no puede matarnos, pero sí insultarnos o pegarnos unos guantazos cada vez que le venga en gana.

Cuando una sociedad empieza a permitir fisuras en el entramado de valores que la sustenta, está condenada a morir, y no porque nadie venga de fuera a matarla, sino porque no ha sido capaz de mantenerse firme y sólida.

Si los intereses económicos y el miedo a tomar decisiones importantes pesan más que la educación y la verdad, preparémonos para lo peor. Y no sólo en el deporte.


Ángel Andrés Jiménez Bonillo, árbitro de fútbol adscrito a la Delegación Costa del Sol.

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