EN UN MOMENTO DE LOCURA

martes, 7 de agosto de 2007

Por cortesia de Ángel Andrés Jiménez Bonillo.

Creo que no quieres darte cuenta de que la vida se te está escapando sin abrazarla de verdad; sin hacerte las preguntas últimas que, como en el reino de los cielos, en realidad son las primeras; sin haber caído en la cuenta de que el único sentido posible de la amistad es el encuentro de dos almas que se desnudan y se gozan, inundándose mutuamente con los sueños, los deseos y las inquietudes que te maltratan por dentro y en ello te dan la vida.

¿De verdad que no quieres darte cuenta? Darte cuenta de que no vale con pasar el tiempo; de que no vale con ir tachando días del calendario, sino que cada día hay que vivir, que es mucho más que seguir respirando.

No quieres darte cuenta de que estar físicamente cerca de una persona no es sinónimo de conocerla, y de que para que haya crecimiento personal tienes que implicarte en el interior del otro, tomarte la molestia (bendita molestia) de investigar qué hay dentro de esa persona y querer ofrecerle también el bellísimo regalo de que nos conozca, que es muy distinto de quedar a menudo para no mostrar nada. No te das cuenta de que el tiempo se te escapa y de que, si no te has lanzado a la búsqueda de ese encuentro personal mutuo, estás perdiendo la vida como se pierde el viento, que te sacude pero al que no agarras para exprimirlo y beberte su esencia.

No te das cuenta y me duele, y el dolor me hiere intensamente por culpa de tu más que probable muerte (y no me refiero a la muerte de morir, que es parte del milagro de la vida, que es fin pero no final, sino a la muerte de no saber si has vivido). Me duele que confundas pasar tiempo cerca de alguien con compartir vida con alguien; me duele que cuando estás con una persona no seas tú mismo, o no te permitan serlo porque no les importes, o porque no te atrevas o no se atrevan (o ambas cosas a la vez) a vivir humanamente y se conformen con una existencia vegetal o incluso inorgánica, conformándote tú también sin rebelarte (y también podríamos decir " sin revelarte ").

Me está doliendo tanto que no sé si me estoy volviendo loco. ¿loco? ¡sí, loco! Un loco lleno de dolor pero lleno de vida porque me importas de una manera no sobrehumana, sino humana; me importas tanto que la locura me produce un orgasmo espiritual inefable, y empiezo a soñarte más vivo y decidido que nunca, dispuesto a ser tú, dispuesto a entregarlo todo, a entregarte tú, a buscar y sentir la compenetración.

Dime que estás vivo y que te has dado cuenta de que lo estás, y que no quieres volver a ser un muerto con apariencia de vivo. Dime que se acabaron los pasatiempos y que has empezado a llenar de vida tus días. Dime que la muerte no te asusta, sino que lo que te asusta es volver a morirte por renunciar a estar vivo.

Dime que te has dado cuenta. Dime que ya estás saboreando este momento mientras piensas en los sueños que vas a tratar de realizar desde el presente proyectándolos hacia el futuro. Dime que has comprendido que tu vida (y nuestras vidas) no está anclada en el pasado, porque del pasado sólo importa el hecho de que te ha conducido hasta este bellísimo momento en que te has dado cuenta de que tu papel en la vida es precioso e insustituible, y tú ansías ponerte manos a la obra.

¡ay, esas relaciones humanas- que no son tales - ancladas en un pasado de personas que ya no existen! Es como empeñarse en beber en un manantial exactamente la misma agua que hace diez años. Rebélate cuando quieran identificarte con aquel hombre muerto del pasado. Muéstrales el hombre de hoy (el único existente), si es que quieren verlo, y ayúdales a encontrar el sendero de la vida.

1 comentario

  1. El sendero se la vida , no es otro que el que te señala la dirección del viento en tus velas para llevarte a tu destino, solo tienes que desear que ese destino sea el que señalan tus deseos.

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