EL CUENTO DEL DISEÑO DEL SAUCE.

viernes, 23 de abril de 2010

“EL AMOR”



Hace mucho tiempo, en la antigua China, vivió una muchacha llamada Kung Si, hija de un noble rico mandarín. Vivían en una casa, junto a un río, con un hermoso jardín en el que crecían esbeltos y bellos árboles; pero, de ellos, el que más le gustaba a Kung Si era el sauce que daba sombra al puente sobre el río, Kung Si se sentía sola con frecuencia, y se sentaba bajo el árbol mientras hacía bordados de seda.

El mandarín tenía un secretario llamado Chang, que le ayudaba, en los asuntos de su oficina. Un día, el mandarín salió de viaje a la ciudad, dejando a Chang como guardián de la casa. Aquél era un trabajo aburrido, de modo que Chang decidió darse un paseo por el jardín.

Allí, bajo el sauce, conoció a Kung Si y, a partir de entonces, comenzaron a verse en secreto todas las noches, bajo el árbol, hasta que se enamoraron.

Una noche, a su regreso, el mandarín decidió salir a pasear por el jardín, para encontrarse, horrorizado, con los amantes bajo el sauce. Rojo de ira, el mandarín desterró a Chang, y cons¬truyó un alto muro alrededor de su jardín. Después, tomó la decisión de buscarle un marido rico a su hija. Kung Si, encerrada en el jardín por el alto muro, veía a las golondrinas construir sus nidos, mientras anhelaba huir volando con ellas. Pero ¿cómo escapar de allí?

El mandarín buscó para su hija a un hombre rico llamado Ta-jin, y la encerró en una torre, a la orilla del río, diciéndole que se casaría con Ta-jin cuando floreciera el melocotonero en primavera.

Un día, Kung Si vio la cascara de un coco flotando en la corriente del río. Alcanzó la cascara y, en su interior, encontró un mensaje de Chang en el que le decía que la rescataría. Ella escribió una nota de respuesta en la que decía, «Me gustaría huir contigo», y la puso en la cascara para, luego, dejarla ir en la corriente.

Llegó el día del matrimonio, y Kung Si vio a Ta-jin por vez primera. Era un hombre rico, ¡pero era terriblemente feo! El mandarín llevaba consigo una caja llena de joyas, que pretendía entregar a Ta-jin como presente de bodas. Mientras tanto, a Kung Sí se le permitiría llevarse una sola cosa a su nuevo hogar, y eligió la varilla que utilizaba para hilar seda.

Pero cuando estaba a punto de tener lugar el matrimonio, un sirviente se adelantó y tomó de la mano a Kung Si. Era Chang disfrazado. Tomó la caja de las joyas y salió corriendo de la casa llevándose a Kung Si, cruzando el jardín y atravesando el puente, rumbo a la libertad. El mandarín les siguió con un látigo, pero no pudo alcanzarles.

La pareja llegó navegando hasta una isla donde pensaron que estarían a salvo, y se casaron. Pero Ta-jin envió a sus soldados en su busca y, con el tiempo, terminaron por llegar a la isla.

Chang y Kung Si vieron venir a los soldados y se ocultaron en su casa, atrancando las puertas. Los soldados llamaron y, luego, intentaron forzar las puertas, pero no consiguieron nada.

¡Prendedle fuego a la casa! - ordenó Ta-jin.

Y los soldados incendiaron la casa. Y, mientras ésta ardía, los dioses posaron su mirada en ellos y sintieron piedad de Chang y de Kung Si. La casa y todo lo que había en ella ardieron hasta los cimientos, pero de entre el humo se elevaron dos aves. Los amantes se habían convertido en palomas, y estarían juntos para siempre.


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