EL OSO QUE HABLABA.

miércoles, 21 de abril de 2010

"LA AMISTAD"


Un día, en las frías tierras de Canadá, dos amigos salieron a cazar y se encontraron con el rastro de un alce, siguiéndolo a través de los grandes bosques de pinos. La nieve cubría el suelo, y no se escuchaba sonido alguno, salvo el de sus pisadas en la nieve. Lo que no sospechaban es que, mientras seguían el rastro del alce, dos ojos les vigilaban.

Los dos cazadores se detuvieron, esperando ver el reflejo de la cornamenta a través de los árboles mientras, por detrás de ellos, una sombra oscura cruzaba la nieve. La sombra se fue acercando más y más, hasta que uno de los cazadores echó un vistazo en derredor. -¡Un oso! -gritó.

Un enorme oso pardo, una masa de pelo marrón y garras, estaba casi encima de ellos. Sin pensárselo dos veces, los dos hombres echaron a correr. Sabían que su única esperanza era encontrar un lugar a resguardo. Uno de ellos señaló un pino cercano y corrió hacia él. Tan pronto como lo alcanzó, trepó por su tronco como nunca antes había trepado a un árbol. Su amigo, sin embargo, tropezó con una raíz y cayó de bruces sobre la nieve.
¡Socorro! - gritó -. ¡Creo que me he torcido el tobillo!

El hombre que estaba en el árbol miró a su alrededor. Se dio cuenta de que el oso no estaba a la vista. Pero ¿qué podía hacer? ¿Qué debía hacer él? Y decidió seguir trepando.

El hombre que estaba caído en el suelo se quedó completamente inmóvil y contuvo el aliento.

Todos los nervios de su cuerpo se estremecieron por el miedo cuando oyó el «scrunch, scrunch» de las garras en la nieve, acercándose más y más. El oso se acercó hasta él y se puso a olfatear con recelo alrededor de su cabeza. El hombre podía sentir el cálido aliento del oso en su cara, pero no movió ni un solo músculo. El oso rascó la nieve con las garras y, después, el hombre oyó un suave sonido de pisadas, como si el oso se alejara lentamente.

Me ha dejado en paz - pensó el hombre -. Debe haber pensado que estaba muerto.

Y sintió un súbito dolor en su tobillo torcido.

Arriba, en el árbol, su amigo vio al oso desaparecer entre los matorrales. Esperó unos pocos minutos más, hasta que estuvo seguro de que estaba a salvo y, después, con mucho cuidado, bajó del árbol. Fue corriendo hasta su amigo, que seguía echado de bruces sobre la nieve. Le ayudó a sentarse y le vendó el tobillo.

AI ver que su amigo había sobrevivido al encuentro con el oso, el hombre que había trepado al árbol dijo:

Sabía que todo iría bien. Supuse que estarías tú más a salvo aquí abajo, que yo allí arriba, en el árbol.

E intentando animar a su amigo, que todavía parecía afectado, añadió:

¡Eh! Ese oso estuvo tan cerca de ti que parecía estar diciéndote algo al oído. ¡Vamos! ¡Dime! ¿Qué te dijo?
Bueno - respondió el otro -, lo que el oso me dijo fue: «Yo nunca confiaría en un amigo que te abandona cuando las cosas se ponen mal».

(Cuento popular canadiense).

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