LA SEPARACIÓN, EL OTRO MALTRATO INFANTIL

jueves, 22 de marzo de 2007

LA RAZON.ES - Sociedad

Madrid - Marina Tordera

Todos los divorcios hacen mella en los más pequeños, a menudo los niños son incapaces de comprender por qué mamá y papá ya no se quieren. Pero en los casos más tortuosos, en los que los progenitores llegan a un clima de hostilidad y reproches continua los hijos sufren, y fruto del odio entre los mayores puede surgir el denominado Síndrome de Alienación Parental (SAP).

Este trastorno se resume en la manipulación por parte del progenitor que tiene el niño a su cargo. Éste intentará enfrentar al pequeño a su padre o madre de forma sistemática, y acabará por despertar en el menor un sentimiento de odio y desprecio, que nada tiene que ver con un razonamiento lógico. Uno de cada cuatro menores cuyos padres están inmersos en un proceso de divorcio con conflictos por su custodia sufre el síndrome, según un estudio llevado a cabo por varios profesores del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Granada.

Richard Gardner, de la Universidad de Columbia, definió por primera vez el SAP en los años 80, un problema que afecta principalmente a niños con edades comprendidas entre los nueve y los 12 años.

Con frecuenta el miembro de la pareja que «machaca» a su hijo contra su ex cónyuge -y no tiene por qué ser consciente de ello- es el varón, pues la custodia corresponde a la madre en la mayoría de los casos.

LAS SECUELAS

Si se trata de una separación, es habitual que el problema nazca de la preocupación de uno de los progenitores cuando los hijos visitan al otro. «Llámame en cuanto llegues» o «Si te da miedo, iré a buscarte» son desvíos que pueden manifestarse en un primer momento y que, si el niño es mentalmente frágil, tenderán a generar una ansiedad desmedida que constituye el primer paso hacia una dolencia psicológica infantil, por desgracia, cada vez más común.

Y es que, por duro que parezca, inducir un síndrome de alienación parental es una forma de maltrato que tendrá seguro repercusiones psicológicas en el niño y que puede engendrar problemas psiquiátricos de por vida. Depresión crónica, trastornos de identidad e imagen o el desarrollo de una personalidad esquizofrénica son sólo algunos ejemplos, que en el peor de los casos conducirá al enfermo a considerar la más trágica de las soluciones a su malestar: el suicidio.

El progenitor «alienante», madre o padre, es a menudo una persona sobreprotectora. Su actitud puede deberse a un espíritu de venganza, ya sea provocado por los celos o la cólera. O simplemente, rabia contenida, necesariamente focalizada en el otro miembro de la pareja. En todo caso, el «alienante» se ve a sí mismo como la víctima, tratado injustamente y de modo cruel por el otro progenitor, del que intentará vengarse haciendo creer a los hijos que «él tiene toda la culpa».

«El progenitor que llamamos alienante se sirve de la custodia del hijo para realizarle un lavado de cerebro en toda regla, basado en el dogmatismo, poniéndole en contra del progenitor alienado», afirma María Rosario Cortés, del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Granada. En la mayoría de los casos el proceso se lleva a cabo de forma muy sutil, siendo frecuente que los padres empleen frases del tipo «si yo te contara cosas de tu padre / madre...». O en otros casos, el alienante hace que el niño se sienta culpable por cumplir el régimen de visitas. Entonces, le acusa de «abandonarle».

No obstante, los investigadores granadinos contemplan muchas otras influencias en el síndrome de alienación parental, que no guardan ninguna relación con la «intolerable actitud» del alienante. «La vulnerabilidad psicológica del niño, la conducta y la personalidad de ambos progenitores, las dinámicas fraternales o los conflictos entre ambos padres» son algunos de los factores que también deben tenerse en cuenta. Además, puede ocurrir que el niño afectado no sólo rechace a uno de los padres, sino también a la familia y al entorno de éste. Primos, tíos, abuelos y nuevas parejas del progenitor alienado pueden «llegar a ser prácticamente borrados del mapa por el niño que padece el SAP».

Cortés asegura que, entre los síntomas más frecuentes en el pequeño, destacan «la justificación continuada y sistemática de la actitud del padre alienante, una campaña de denigración del progenitor alienado, las afirmaciones de que nadie le ha influenciado y que ha llegado solo a adoptar esta actitud, o relatar unos hechos que manifiestamente no ha vivido él».

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