9 de agosto de 2007
A PROPÓSITO DE LA NUEVA LEY CONTRA LA VIOLENCIA EN EL DEPORTE
Ha sido tema recurrente en mis anteriores artículos (" POR LA DIGNIDAD DEL ÁRBITRO Y DEL DEPORTE " I, II, III Y IV) la grave enfermedad que padece el deporte español (y, por tanto, nuestra sociedad). Tenía yo grandes esperanzas depositadas en la " ley 19/2007, de 11 de julio, contra la violencia, la xenofobia y la intolerancia en el deporte ", pero, como dice el refrán, mi gozo en un pozo.
El preámbulo de la ley expresa una firmeza ideal ("existe una radical incompatibilidad entre deporte y violencia, cualquier forma de violencia, incluida la verbal o aquella otra más sutil, fundamentada en la trampa, el engaño y el desprecio del juego limpio"), pero luego el articulado (que es lo que realmente importa en un juicio) no está a la altura; en otras palabras, hemos perdido otra oportunidad para enfrentarnos al problema de la violencia y la falta de educación en el deporte.
La ley no afirma categóricamente que todo tipo de insultos y de injurias verbales ( es decir, el pan nuestro de cada día en los campos de fútbol y, en menor medida, de otros deportes ) entran dentro de los actos o conductas violentas. Sin embargo, mi sentido común me dice que deben entenderse como tales ( además, ahí está el artículo 20.4 de la constitución española y los artículos 1 y 29.2 de los derechos humanos ), por lo que yo seguiré sin permitirlos en los partidos en que actúe como árbitro . La ley se queda en la lucha contra los " actos racistas, xenófobos o intolerantes en el deporte ", manifestando que nadie podrá proferir " declaraciones que supongan un trato manifiestamente vejatorio para cualquier persona por razón de su origen racial, étnico, geográfico o social, así como por la religión, las convicciones, la discapacidad, edad, sexo u orientación sexual, así como los que inciten al odio entre personas y grupos o que atenten gravemente contra los derechos, libertades y valores proclamados en la constitución ". Esto último deja la puerta de la esperanza entreabierta, pero repito que falta rotundidad y firmeza.
Esta parte de la ley que he recogido textualmente está muy bien, desde luego, pero, antes que blancos o negros, musulmanes, judíos o cristianos, homosexuales o heterosexuales, etc., somos personas, y cualquier atentado contra la dignidad humana debe ser perseguido con todas nuestras fuerzas (estrictamente morales y legales, pues en toda lucha hay que seguir la doctrina de la no violencia de los grandes de la historia: Jesús de Nazaret, Gndhi, Luther King...). Es igualmente repugnante decirle a un futbolista " negro de mierda ", " judío asqueroso " o " maricón de playa " que decirle a un árbitro (o a cualquier otra persona, por supuesto) " me cago en tu puta madre " o "cabrón, gilipollas ", ejemplos de expresiones nada cariñosas que se escuchan todos los fines de semana en la mayoría de los campos de fútbol de nuestro país.
Si nuestros gobernantes y las entidades pertinentes (incluida la real federación española de fútbol) hubiesen querido de verdad erradicar la violencia en el deporte, exigirían, por ley, a los árbitros que suspendiesen cualquier partido en el que se produjeran muestras de violencia física o verbal; lo malo es que para eso hay que obrar con una gran valentía, anteponiendo los valores y la educación a los intereses económicos.
Muchos compañeros, árbitros de diversas categorías y provincias, me han comunicado que están de acuerdo con mi iniciativa de no permitir violencia física o verbal por parte de los protagonistas recogidos en el acta ni de los espectadores ( véanse mis artículos anteriores, la entrevista en el periódico " málaga hoy " del día 7-2-2007 y los reportajes de canal plus y canal sur televisión, sobre todo este último, mucho más serio - en la página de youtube con las palabras clave " Angel Jiménez árbitro " - ), pero que no van a secundarla porque saben que eso los perjudicaría a la hora de ascender o descender de categoría. Es cierto que, en el fondo, tenemos la sartén por el mango, pues simplemente declarándonos en huelga indefinida le daríamos al asunto el vuelco que necesita. Pero soy consciente de que cada árbitro es un mundo y yo no puedo pedir a nadie que actúe como yo. Cada uno procederá de acuerdo a su voluntad y a su conciencia, y, sea como sea, todos mis compañeros tienen mi máximo respeto.
Si el gobierno y la federación actuasen con la firmeza debida (tal como he dicho un poco más arriba), entonces los árbitros no tendrían temor a las represalias a la hora de suspender los partidos en los casos de violencia física o verbal. ¡Eso sí que sería actuar de manera valiente y querer acabar con el problema de la falta de educación en el deporte!
Mientras eso llega (lo veo difícil, aunque logros mayores se han conseguido en la historia), yo seguiré con mi iniciativa, sin miedo, con la alegría de saber que la moral y la justicia me asisten. Así, cuidaré de que los partidos que dirija discurran por el camino de la educación, el único camino verdaderamente humano.
Si yo fuese juez de silla de un partido de tenis, no permitiría que Rafael Nadal fuese insultado por ejecutar mal un golpe; entonces, ¿por qué voy a permitir que se insulte en un partido de fútbol? ¿Es que el fútbol vive según unos parámetros morales diferentes?
Ángel Andrés Jiménez bonillo, árbitro de fútbol adscrito a la delegación costa del sol, agradeciendo la colaboración de mi amigo del alma francisco Javier Cabrera Torres, licenciado en derecho y persona grande.
Bonilloangel@hotmail.com
A PROPÓSITO DE LA NUEVA LEY CONTRA LA VIOLENCIA EN EL DEPORTE
Ha sido tema recurrente en mis anteriores artículos (" POR LA DIGNIDAD DEL ÁRBITRO Y DEL DEPORTE " I, II, III Y IV) la grave enfermedad que padece el deporte español (y, por tanto, nuestra sociedad). Tenía yo grandes esperanzas depositadas en la " ley 19/2007, de 11 de julio, contra la violencia, la xenofobia y la intolerancia en el deporte ", pero, como dice el refrán, mi gozo en un pozo.
El preámbulo de la ley expresa una firmeza ideal ("existe una radical incompatibilidad entre deporte y violencia, cualquier forma de violencia, incluida la verbal o aquella otra más sutil, fundamentada en la trampa, el engaño y el desprecio del juego limpio"), pero luego el articulado (que es lo que realmente importa en un juicio) no está a la altura; en otras palabras, hemos perdido otra oportunidad para enfrentarnos al problema de la violencia y la falta de educación en el deporte.
La ley no afirma categóricamente que todo tipo de insultos y de injurias verbales ( es decir, el pan nuestro de cada día en los campos de fútbol y, en menor medida, de otros deportes ) entran dentro de los actos o conductas violentas. Sin embargo, mi sentido común me dice que deben entenderse como tales ( además, ahí está el artículo 20.4 de la constitución española y los artículos 1 y 29.2 de los derechos humanos ), por lo que yo seguiré sin permitirlos en los partidos en que actúe como árbitro . La ley se queda en la lucha contra los " actos racistas, xenófobos o intolerantes en el deporte ", manifestando que nadie podrá proferir " declaraciones que supongan un trato manifiestamente vejatorio para cualquier persona por razón de su origen racial, étnico, geográfico o social, así como por la religión, las convicciones, la discapacidad, edad, sexo u orientación sexual, así como los que inciten al odio entre personas y grupos o que atenten gravemente contra los derechos, libertades y valores proclamados en la constitución ". Esto último deja la puerta de la esperanza entreabierta, pero repito que falta rotundidad y firmeza.
Esta parte de la ley que he recogido textualmente está muy bien, desde luego, pero, antes que blancos o negros, musulmanes, judíos o cristianos, homosexuales o heterosexuales, etc., somos personas, y cualquier atentado contra la dignidad humana debe ser perseguido con todas nuestras fuerzas (estrictamente morales y legales, pues en toda lucha hay que seguir la doctrina de la no violencia de los grandes de la historia: Jesús de Nazaret, Gndhi, Luther King...). Es igualmente repugnante decirle a un futbolista " negro de mierda ", " judío asqueroso " o " maricón de playa " que decirle a un árbitro (o a cualquier otra persona, por supuesto) " me cago en tu puta madre " o "cabrón, gilipollas ", ejemplos de expresiones nada cariñosas que se escuchan todos los fines de semana en la mayoría de los campos de fútbol de nuestro país.
Si nuestros gobernantes y las entidades pertinentes (incluida la real federación española de fútbol) hubiesen querido de verdad erradicar la violencia en el deporte, exigirían, por ley, a los árbitros que suspendiesen cualquier partido en el que se produjeran muestras de violencia física o verbal; lo malo es que para eso hay que obrar con una gran valentía, anteponiendo los valores y la educación a los intereses económicos.
Muchos compañeros, árbitros de diversas categorías y provincias, me han comunicado que están de acuerdo con mi iniciativa de no permitir violencia física o verbal por parte de los protagonistas recogidos en el acta ni de los espectadores ( véanse mis artículos anteriores, la entrevista en el periódico " málaga hoy " del día 7-2-2007 y los reportajes de canal plus y canal sur televisión, sobre todo este último, mucho más serio - en la página de youtube con las palabras clave " Angel Jiménez árbitro " - ), pero que no van a secundarla porque saben que eso los perjudicaría a la hora de ascender o descender de categoría. Es cierto que, en el fondo, tenemos la sartén por el mango, pues simplemente declarándonos en huelga indefinida le daríamos al asunto el vuelco que necesita. Pero soy consciente de que cada árbitro es un mundo y yo no puedo pedir a nadie que actúe como yo. Cada uno procederá de acuerdo a su voluntad y a su conciencia, y, sea como sea, todos mis compañeros tienen mi máximo respeto.
Si el gobierno y la federación actuasen con la firmeza debida (tal como he dicho un poco más arriba), entonces los árbitros no tendrían temor a las represalias a la hora de suspender los partidos en los casos de violencia física o verbal. ¡Eso sí que sería actuar de manera valiente y querer acabar con el problema de la falta de educación en el deporte!
Mientras eso llega (lo veo difícil, aunque logros mayores se han conseguido en la historia), yo seguiré con mi iniciativa, sin miedo, con la alegría de saber que la moral y la justicia me asisten. Así, cuidaré de que los partidos que dirija discurran por el camino de la educación, el único camino verdaderamente humano.
Si yo fuese juez de silla de un partido de tenis, no permitiría que Rafael Nadal fuese insultado por ejecutar mal un golpe; entonces, ¿por qué voy a permitir que se insulte en un partido de fútbol? ¿Es que el fútbol vive según unos parámetros morales diferentes?
Ángel Andrés Jiménez bonillo, árbitro de fútbol adscrito a la delegación costa del sol, agradeciendo la colaboración de mi amigo del alma francisco Javier Cabrera Torres, licenciado en derecho y persona grande.
Bonilloangel@hotmail.com
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