Por cortesía de Ángel Andrés Jiménez Bonillo.
30 de agosto de 2007
Antonio Puerta dejó de estar físicamente con nosotros el pasado 28 de agosto. Nadie podía pensarlo cuando se levantaba por su propio pie después del desvanecimiento sufrido en el terreno de juego de su Ramón Sánchez Pizjuán.
Pero el espíritu de Antonio Puerta nos ha acompañado en todo momento, y nos sigue acompañando. Ha sido la fuerza de su espíritu la que nos ha hermanado a todos, la que nos ha devuelto al estado que nunca debemos abandonar: el de sentirnos parte de una misma familia, tanto futbolística como humana.
Tras el fallecimiento de Antonio Puerta, Manuel Ruiz de Lopera, consejero delegado del Real Betis, declaraba, abatido y sincero, que se sentía “cerca de la familia del jugador y cerca de la familia sevillista”. Cualquiera hubiera firmado sus palabras, llenas de emoción y cariño. En esas palabras brillaba lleno de vida el espíritu de Antonio Puerta, el mismo que estaba presente en el abrazo verdadero entre el propio señor Ruiz de Lopera y el señor del nido.
En el hospital virgen del rocío, el cuerpo del futbolista llegaba al final de su trayecto. Pero, allí mismo, aficionados béticos y sevillistas se asomaban a su auténtica realidad humana llorando juntos, abrazándose en un dolor compartido, demostrando que a los humanos nos une, desde dentro, algo extraordinariamente mayor y más bello que nuestras posibles diferencias o rivalidades. Y allí estaba el espíritu de Antonio Puerta, en medio de todos y, a la vez, en cada uno de ellos, y también con el resto de los que pensábamos en él aunque no estuviéramos allí.
Ha sido inmensa la alegría, ¿verdad, Antonio?, de ver a béticos y sevillistas, merengues y culés…,todos, absolutamente todos, unidos por la fuerza de tu espíritu. Yo creo que ha sido tu mejor gol, aunque no el último; porque yo sé, Antonio, que desde la gloria celestial vas a seguir con nosotros, animándonos, por ejemplo, a mantener esta hermandad en los próximos derbis sevillanos (y no sevillanos). Con rivalidad, claro, pero como hermanos, en el camino que tú, con la fuerza de tu espíritu, nos has recordado, y que es el único camino verdaderamente humano, el único en que nos sentimos y somos personas, el camino que da sentido al deporte y a la vida.
Gracias, Antonio, por todo. Sé que te llevo, entre lágrimas, en mis palabras y en mi corazón.
Ángel Andrés Jiménez Bonillo.
EL ESPÍRITU DE ANTONIO PUERTA
domingo, 2 de septiembre de 2007
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