Mi nombre es Ángel Andrés Jiménez Bonillo. Soy árbitro de fútbol perteneciente a la Delegación Costa del Sol (Málaga, España). Desde la temporada 2006-2007 no permito, en los partidos que dirijo, que se emitan insultos por parte de los espectadores (pueden verlo en youtube con las palabras clave "árbitro de la paz", título del reportaje realizado por Canal Sur Televisión en febrero de 2007). Desde el pasado fin de semana, además, he decidido entrar en el terreno de juego con una camiseta en la que puede leerse el mensaje "¿INSULTARÍAS A TU HIJO?", camiseta que mantengo puesta, tras el pitido inicial, hasta la primera ocasión en que el balón deja de estar en juego. Como reflejo en el acta del partido, "es una protesta no violenta contra los bochornosos y nada edificantes comportamientos que se ven en muchos campos de fútbol".
Estoy convencido de que la vida humana carece de sentido (por supuesto, también el deporte) si perdemos el respeto debido a los demás, si olvidamos su dignidad como seres humanos. Lo que jamás aprobaríamos fuera de un campo de fútbol, ¿por qué lo aprobamos dentro? Lo que jamás nos gustaría para nuestros hijos, ¿por qué no lo condenamos cuando lo sufren otros? Por muy habitual que sea una conducta, no tiene por qué ser conveniente. Un deporte que no sea ejemplo de educación no conviene a nadie.
Para finalizar, citaré otro fragmento del acta: "Quizá algún día nadie quiera ser árbitro; y quizá entonces, por no quedar ya otro remedio, se ponga solución al problema de las faltas de respeto en el deporte". Pero sería más bonito poner remedio a esta lacra simplemente porque creemos en un deporte y una sociedad dignos. Depende de nosotros.
ÁNGEL ANDRÉS JIMÉNEZ BONILLO.
29 DE SEPTIEMBRE DE 2008.
bonilloangel@hotmail.com
Estoy convencido de que la vida humana carece de sentido (por supuesto, también el deporte) si perdemos el respeto debido a los demás, si olvidamos su dignidad como seres humanos. Lo que jamás aprobaríamos fuera de un campo de fútbol, ¿por qué lo aprobamos dentro? Lo que jamás nos gustaría para nuestros hijos, ¿por qué no lo condenamos cuando lo sufren otros? Por muy habitual que sea una conducta, no tiene por qué ser conveniente. Un deporte que no sea ejemplo de educación no conviene a nadie.
Para finalizar, citaré otro fragmento del acta: "Quizá algún día nadie quiera ser árbitro; y quizá entonces, por no quedar ya otro remedio, se ponga solución al problema de las faltas de respeto en el deporte". Pero sería más bonito poner remedio a esta lacra simplemente porque creemos en un deporte y una sociedad dignos. Depende de nosotros.
ÁNGEL ANDRÉS JIMÉNEZ BONILLO.
29 DE SEPTIEMBRE DE 2008.
bonilloangel@hotmail.com
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